jueves, 5 de mayo de 2011

Indígnate CP3

Dos visiones de la historia
  Cuando trataba de comprender lo que ha causado el fascismo, que ha hecho que hayamos sido invadidos por él y por Vichy, me digo que los que tienen más, con su egoísmo, tuvieron un miedo terrible de la revolución bolchevique.
  Ellos se dejaron guiar por sus miedos. Pero si, hoy como entonces, se encuentra una minoría activa, esto será suficiente, tendremos la levadura para elevar la masa. Sin duda, la experiencia de un viejo como yo, nacido en 1917, se diferencia de la experiencia de los jóvenes de hoy. Yo pido a menudo a profesores de colegio la po- sibilidad de intervenir con sus alumnos, y les digo: Vosotros no tenéis las mismas ra- zones evidentes para comprometeros. Para nosotros, resistir, era no aceptar la ocupación alemana, la derrota. Era relativamente sencillo. Sencillo como lo que si- guió, la descolonización. Después la guerra de Argelia. Era preciso que Argelia fuese independiente, era evidente. En cuanto a Stalin, todos hemos aplaudido la victoria del Ejército rojo contra los nazis, en 1943. Pero ya cuando tuvimos conocimiento de los grandes procesos estalinistas de 1935, e incluso si era necesario mantener el oído abierto hacia el comunismo para contrarrestar el capitalismo americano, la necesi- dad de oponerse a esta forma insoportable de totalitarismo se impuso como una evi- dencia. Mi larga vida me ha dado una sucesión de razones para indignarme.
  Estas razones han nacido menos de una emoción que de una voluntad de com- promiso. El joven normal que yo era fue marcado por Sartre, un antiguo compañero. La Náusea, El Muro, no El Ser y la Nada, han sido muy importantes en la formación de mi pensamiento. Sartre nos ha enseñado a decir: “Vosotros sois responsables en tanto que individuos”. Era un mensaje libertario. La responsabilidad del hombre que no puede depender ni de un poder ni de un dios. Al contrario, es preciso participar de su responsabilidad de persona humana. Cuando entré en la Escuela normal de la calle Ulm,  en París, en 1939, entré como ferviente discípulo del filósofo Hegel, y también en el seminario de Maurice Merleau-Ponty. Su enseñanza exploraba la ex- periencia concreta, la del cuerpo y sus relaciones con el significado, gran singular frente al significado plural. Pero mi optimismo natural, que quiere que todo lo que es deseado sea posible, me llevó pronto hacia Hegel. El hegelianismo interpreta la
 
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larga historia de la humanidad con un significado: es la libertad del hombre progre- sando etapa por etapa. La historia está hecha de choques sucesivos, es la considera- ción de los retos. La historia de las sociedades progresa, y después, habiendo alcanzado el hombre su libertad completa, tenemos el Estado democrático en su forma ideal.
  Existe seguramente otra concepción de la historia. Los progresos hechos por la libertad, la competición, la carrera del “crecimiento”, puede ser vivido como un huracán destructor. Es así como lo representa un amigo de mi padre, el hombre que compartió con él la tarea de traducir al alemán En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Es el filósofo alemán Walter Benjamín. Había lanzado un mensaje pe- simista de un cuadro del pintor suizo, Paul Klee, el Angelus Novas, donde la figura del ángel abre los brazos como para contener y repeler una tempestad que él identifica con el progreso. Para Benjamín, que se suicidaría en septiembre de 1940 para huir del nazismo, el sentido de la historia es el camino irresistible de desastre en desastre.

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